Título: Anna vestida de sangre
Autora: Kendare Blake
«Cassio Lowood ha heredado una inusual vocación, la de matar a los muertos. Su padre también lo hacía, hasta que murió truculentamente a manos de un fantasma al que intentaba dar caza. Ahora, armado con el misterioso amuleto de su padre, Cas viaja por Estados Unidos junto a su hechicera madre y un gato que olisquea fantasmas. Siempre tras leyendas populares, intentan acabar con los molestos y crueles espíritus que se cruzan en su camino. Un nuevo caso les lleva a una ciudad en busca de un fantasma al que todos llaman "Anna vestida de sangre". Cass espera lo habitual: persecución, caza y matanza. Pero lo que encuentra es a una chica furiosa atrapada en una maldición, un fantasma distinto a todos los demás. Todavía lleva el vestido del día en que cometieron su brutal asesinato en 1958, un vestido que un día fue blanco y ahora aparece cubierto de sangre. Desde el día de su muerte, Anna ha asesinado a todo aquel que ha osado entrar en la casa abandonada que, una vez, fue su hogar. Pero, por alguna razón, a Cas le perdona la vida».
La verdad es, queridos hierbajos, que últimamente estoy poco motivada para escribir críticas. Me apetece leer, pero sin el trabajo posterior. Así que, sin arrepentimiento alguno, os advierto que esta entrada va a ser corta (:D).
No voy a meterme con la sinopsis en esta ocasión. Salvando algún referente ambiguo, no es una sinopsis particularmente mentirosa.
La trama es básicamente lo que ya nos cuentan: un chico adolescente que se muda a un sitio nuevo atraído por la leyenda de Anna vestida de sangre con el objetivo de matarla, porque se dedica a eso. Anna es un fantasma muy chupi y especial y poderoso y no se carga a Cas (aunque podría) por motivos que nunca llegan realmente a aclararse (por qué nadie lo sabe: lalalala, ¡lo hizo un mago! [era necesario para que la historia no terminase de manera prematura, punto]). Muertes truculentas, adolescentes, hechizos para deshacer la maldición de Anna… Está entretenida, la cosa, en mi opinión. Y es interesante seguir el viaje del héroe, aunque la aparición del malo adicional al final de la novela me parece un pobre intento de reencauzar una historia que ya había terminado. Queda un tanto salido de la manga.
Núcleo no hay, por desgracia. Aunque en el epílogo la autora nos explica que quizá de lo que quería hablar durante la trama es de que «la vida no es justa», cosa que me hubiera parecido un núcleo fantástico para una historia y me hubiera molado mazo leer esta historia con un núcleo así. Lamentablemente, ese núcleo no está lo bastante trabajo en el texto.
De la autoridad no tengo ni quejas ni alabanzas. No he visto ningún recurso específico que apoye un establecimiento de la autoridad: no hay vocabulario específico (más allá de dos o tres palabras), el prota es básicamente un adolescente bastante normaloide al margen de cómo pasa su tiempo libre. El chico tiene mucho monólogo interno (narra en primera persona), así que nos da para ver que sabe cosas de tu «profesión» y tiene estrategias de actuación ya pensadas de veces anteriores, pero ahí se acaba la cosa. Tampoco he visto nada que me diga que el chico no sabe de lo que está hablando.
Los personajes no son nada del otro mundo, pero al menos buscan activamente alejarse de los estereotipos habituales (algunos [bueno, uno de ellos… err, con mayor o menor grado de éxito]): el prota sigue siendo un niño guaperas por el que todo el alumnado femenino babea en cada nuevo sitio al que se muda, los chicos populares son los deportistas (de los cuales tenemos dos gorilas y uno con cerebro, muy a lo Draco Malfoy & Co.), aparece también la chica popular del instituto (pero no es una bitch descerebrada, sino una gran actriz con algo de materia gris e ideas propias) y el rarito de la escuela (que es brujo, o algo por el estilo).
Algunos personajes cambian. Otros se mueren. Y seguimos teniendo una historia adolescente en la que no dejan títere sin pareja. Lo único bueno de este planteamiento es que como la historia va de lo injusta que es la vida, no se extinguen las perdices, pero yo personalmente le tengo un resquemor grande a esa segunda parte prometida por la autora: seguro que se carga lo poco bueno que ha hecho en esta primera entrega.
De la prosa no se puede decir gran cosa. Aparte del uso de un verbo «lentificar» por ahí desmadrado (en lugar de ralentizar) la traducción no me ha saltado a los ojos como ofensiva. El texto tiene de vez en cuando desfamiliarizaciones y selecciones de elementos interesantes, pero sobre todo lo que te encuentras son muchas explicaciones y resumen narrativo. Se consiguen transmitir algunas cosas de manera adecuada, pero luego también te las destripan así que se pierde el efecto.
Y esto es todo hierbajos. Os dije que sería corto.
Tengo media página escasa de apuntes sobre esta lectura y nada especial de lo que reírme, así que me voy a limitar a dejaros mis dos frases favoritas: una, la mejor y otra, la peor.
Frase con la que empieza la novela: «El pelo engominado delata que está muerto». Porque, ya sabéis, los muertos y su obsesión por la estética capilar. Parece ser que, sin saberlo, todo nosotros, en ocasiones, vemos fantasmas.
Y esta que me gusta: «Conduce un Ford Tempo que tiene unos seis tonos distintos de pintura gris y suena como un crío enfadado imitando el ruido de una lancha motora en la bañera». Es encantadora, me lo negaréis.
Chichómetro:¡meeec!
Potabilidad: se puede beber.
Carcajadas: 3/10
Otras páginas que tienen publicadas críticas o reseñas de este libro, por si os interesa contrastar: Sueños y Palabras, Los Mil Libros, El Final de la Historia.
Autora: Kendare Blake
«Cassio Lowood ha heredado una inusual vocación, la de matar a los muertos. Su padre también lo hacía, hasta que murió truculentamente a manos de un fantasma al que intentaba dar caza. Ahora, armado con el misterioso amuleto de su padre, Cas viaja por Estados Unidos junto a su hechicera madre y un gato que olisquea fantasmas. Siempre tras leyendas populares, intentan acabar con los molestos y crueles espíritus que se cruzan en su camino. Un nuevo caso les lleva a una ciudad en busca de un fantasma al que todos llaman "Anna vestida de sangre". Cass espera lo habitual: persecución, caza y matanza. Pero lo que encuentra es a una chica furiosa atrapada en una maldición, un fantasma distinto a todos los demás. Todavía lleva el vestido del día en que cometieron su brutal asesinato en 1958, un vestido que un día fue blanco y ahora aparece cubierto de sangre. Desde el día de su muerte, Anna ha asesinado a todo aquel que ha osado entrar en la casa abandonada que, una vez, fue su hogar. Pero, por alguna razón, a Cas le perdona la vida».
La verdad es, queridos hierbajos, que últimamente estoy poco motivada para escribir críticas. Me apetece leer, pero sin el trabajo posterior. Así que, sin arrepentimiento alguno, os advierto que esta entrada va a ser corta (:D).
No voy a meterme con la sinopsis en esta ocasión. Salvando algún referente ambiguo, no es una sinopsis particularmente mentirosa.
La trama es básicamente lo que ya nos cuentan: un chico adolescente que se muda a un sitio nuevo atraído por la leyenda de Anna vestida de sangre con el objetivo de matarla, porque se dedica a eso. Anna es un fantasma muy chupi y especial y poderoso y no se carga a Cas (aunque podría) por motivos que nunca llegan realmente a aclararse (por qué nadie lo sabe: lalalala, ¡lo hizo un mago! [era necesario para que la historia no terminase de manera prematura, punto]). Muertes truculentas, adolescentes, hechizos para deshacer la maldición de Anna… Está entretenida, la cosa, en mi opinión. Y es interesante seguir el viaje del héroe, aunque la aparición del malo adicional al final de la novela me parece un pobre intento de reencauzar una historia que ya había terminado. Queda un tanto salido de la manga.
Núcleo no hay, por desgracia. Aunque en el epílogo la autora nos explica que quizá de lo que quería hablar durante la trama es de que «la vida no es justa», cosa que me hubiera parecido un núcleo fantástico para una historia y me hubiera molado mazo leer esta historia con un núcleo así. Lamentablemente, ese núcleo no está lo bastante trabajo en el texto.
De la autoridad no tengo ni quejas ni alabanzas. No he visto ningún recurso específico que apoye un establecimiento de la autoridad: no hay vocabulario específico (más allá de dos o tres palabras), el prota es básicamente un adolescente bastante normaloide al margen de cómo pasa su tiempo libre. El chico tiene mucho monólogo interno (narra en primera persona), así que nos da para ver que sabe cosas de tu «profesión» y tiene estrategias de actuación ya pensadas de veces anteriores, pero ahí se acaba la cosa. Tampoco he visto nada que me diga que el chico no sabe de lo que está hablando.
Los personajes no son nada del otro mundo, pero al menos buscan activamente alejarse de los estereotipos habituales (algunos [bueno, uno de ellos… err, con mayor o menor grado de éxito]): el prota sigue siendo un niño guaperas por el que todo el alumnado femenino babea en cada nuevo sitio al que se muda, los chicos populares son los deportistas (de los cuales tenemos dos gorilas y uno con cerebro, muy a lo Draco Malfoy & Co.), aparece también la chica popular del instituto (pero no es una bitch descerebrada, sino una gran actriz con algo de materia gris e ideas propias) y el rarito de la escuela (que es brujo, o algo por el estilo).

De la prosa no se puede decir gran cosa. Aparte del uso de un verbo «lentificar» por ahí desmadrado (en lugar de ralentizar) la traducción no me ha saltado a los ojos como ofensiva. El texto tiene de vez en cuando desfamiliarizaciones y selecciones de elementos interesantes, pero sobre todo lo que te encuentras son muchas explicaciones y resumen narrativo. Se consiguen transmitir algunas cosas de manera adecuada, pero luego también te las destripan así que se pierde el efecto.
Y esto es todo hierbajos. Os dije que sería corto.
Tengo media página escasa de apuntes sobre esta lectura y nada especial de lo que reírme, así que me voy a limitar a dejaros mis dos frases favoritas: una, la mejor y otra, la peor.
Frase con la que empieza la novela: «El pelo engominado delata que está muerto». Porque, ya sabéis, los muertos y su obsesión por la estética capilar. Parece ser que, sin saberlo, todo nosotros, en ocasiones, vemos fantasmas.
Y esta que me gusta: «Conduce un Ford Tempo que tiene unos seis tonos distintos de pintura gris y suena como un crío enfadado imitando el ruido de una lancha motora en la bañera». Es encantadora, me lo negaréis.
Chichómetro:¡meeec!
Potabilidad: se puede beber.
Carcajadas: 3/10
Otras páginas que tienen publicadas críticas o reseñas de este libro, por si os interesa contrastar: Sueños y Palabras, Los Mil Libros, El Final de la Historia.