Título: Sueños de piedra
Autoras: Iria G. Parente y Selene M. Pascual
«Érase una vez un reino muy, muy lejano donde un príncipe premió a un mago por ayudar a rescatar a una joven en apuros.
Encantador. Lástima que nada de esto sea verdad.
En realidad, el príncipe sueña con gloria y venganza; el mago, con que sus hechizos no sean siempre un desastre y la joven en apuros, con huir de un pasado que la atormenta... y del recuerdo del hombre al que ha matado.
Érase una vez... »
Espera, espera, espera… El príncipe sueña con ¿venganza? Yo no me he leído ese libro[DAME O.O].
Está bien, no me adelanto. Seguimos con nuestro mes de novedades en el Jardín, y lo cierto es que este libro ha sido bastante mejor que lo que me temía. Sin ninguna duda, nada que ver con lo primero que leí de estas dos muchachas, Pétalos de papel. No puedo menos que felicitarlas.
Hablemos del libro.
La sinopsis no me parece mala idea en absoluto: muestra el principio del que parte el libro y es una buena manera de captar la atención. Creo que al que se le ocurrió se merece una palmadita en la espalda [yo se la doy, si quiere e.e].
La trama es la siguiente: un príncipe muy ingenuo[Zarza: es muy amable por tu padre decir que es ingenuo. Es pobre es ESTÚPIDO, pero sin duda eso es un precioso eufemismo]que decide partir en busca de aventuras y fama, una prostituta que se escapa de su burdel para labrarse una vida honrada[Zarza: oooh, qué bonito], un aprendiz de hechicero un tanto gafe con una importante misión que cumplir[Zarza: cliché. Odio a este tipo de personajes]y un mundo fantástico de corte medievalesco en el que hay criaturas como banshees y mantícoras que dan para muchas aventuras y desventuras. El asunto termina convertido en un viaje un tanto accidentado, como os podéis imaginar, con una historia de amor de por medio.
Se aprecia un evidente esfuerzo de crítica social y tono reivindicativo del texto (derechos de la mujer, crítica del abuso, importancia de la salud emocional de las personas), pero no sé si me atrevería a decir que eso cuenta como núcleo. Quiero decir: la teoría dice que el núcleo es el mensaje que quieres transmitir o sobre el que quieres reflexionar con una determinada historia, y que las escenas, recursos, personajes…, que escojas se escogerán atendiendo a ese objetivo. En este caso tenemos un texto que habla de temas inevitablemente interconectados si bien un tanto diversos y al final el mensaje que se extrae es sencillo: la mujer tiene derecho a tener derechos, el abuso es mu' malo y la salud emocional es muy importante. En fin, en cierto sentido sí es un núcleo (si bien es increíblemente explícito y simple), pero por otro lado… es que casi es más un crítica social a secas que un núcleo como tal. Para que nos entendamos: es la diferencia que existe entre escribir un libro que hable de «lo malo que es el maltrato animal» y otro que quiera hablar de «cómo el maltrato es percibido o no como tal por diferentes individuos y por qué puede ser esto». No se supone que los núcleos tengan que darte la reflexión moral ya hecha, indicarte simple y amablemente cómo pensar y qué cosas son moralmente reprochables (o no); la idea es que te remuevan por dentro y te obliguen a pensar en ello por ti mismo. En este libro no hay reflexión, sólo juicios de valor: esto es bueno, esto es malo. Para colmo, tenemos un final de estos de cuento, «comieron perdices», en el que el bien y el amor terminan por triunfar sobre el mal y todos (los buenos) consiguen lo que querían y son felices como regalices. Y lo cierto es que este tipo de historia tiene aplicación limitada una vez que sales de la Literatura infantil[sobre este punto incidiré al final].
La voz narrativa. Tenemos dos narradores en primera que se van turnando los capítulos para contarnos la historia. Y, la verdad, las voces narrativas están bastante bien construidas (sobre todo la del príncipe y sobre todo al principio): son claramente discernibles, mantienen elementos constantes a lo largo de toda la narración que las hacen identificables, presentan bien a los personajes… Lo que menos me gusta de este punto es que el monólogo interno de ella es un coñazo: la tía no hace más que soltar diatriba tras diatriba (dentro de su cabeza) sobre la injusticia de la desigualdad de la mujer, me resulta muy cargante (¿esto es una historia de ficción o un manifiesto feminista? [coge Crepúsculo, sustituye cada vez que Bella aprovecha para volver a describirnos una vez más la perfecta piel marmórea de Edward por un «las mujeres somos iguales que los hombres», y tendrás una idea aproximada de hasta qué punto estoy agotada de leer lo mismo]).
Como ya digo, los dos personajes principales tienen personalidades definidas y voces discernibles, además están razonablemente bien presentados (sobre todo el príncipe: su presentación es genial) y tienen objetivos conscientes fuertes que ayudan a que avance la trama e incluso alguno inconsciente (aunque estos se terminan explicitando abiertamente más tarde o más temprano y resulta todo un tanto decepcionante), y se mienten a sí mismos compulsivamente (aunque el 99% de esas mentiras son explícitas, pero también hay un 1% residual no explícito que resulta encantador). Ambos protagonistas acusan una evolución decente en el transcurso de la obra (aunque sigue siendo muy típica: el amor que nos hace madurar y ser mejores y querernos más [¡qué potito!]).
El personaje del niño mago es un pegamento necesario para que los otros dos unan sus fuerzas y tener de hecho una historia que contar, al margen de eso no tiene demasiado valor a nivel narrativo: está construido de una manera mucho más pobre que los otros dos, hace gala de una madurez y un discurso que resultan marcadamente infantiles para la edad que nos dicen que tiene el personaje (catorce años), su presencia en el desarrollo de la trama es fundamentalmente pasiva (proporciona un punto de unión para centrar la atención de los otros personajes [Zarza: y hacer de hijo adoptivo] y hacer que la trama avance en una dirección concreta, pero su papel dentro de la acción es tan solo acompañar). Y luego tenemos a los dos malos, que son mu' malos, mu' malos y hacen cosas mu' malas, mu' malas y no les importa nadie aparte de sí mismos y/o disfrutan haciendo sufrir a otras personas porque son unos psicópatas (calidad narrativa: -15; veredicto: invierno polaco).
En mi opinión, los personajes están bien escogidos para demostrar la premisa de que no importa el origen noble/humilde o lo que otros crean de nosotros o esperen que podemos o no podemos conseguir: nuestro camino lo forjamos nosotros mismos [Zarza: ya, ¿y qué pasa con el efecto Pigmalión? Ortiga: ya te he dicho que esta es una historia muy simple. No le pidas tanto. Zarza: a ver, si... es una idea preciosa, pero es mentira]. Al margen de eso, todos los personajes hablan con un marcado registro coloquial que a mí me hace achinar un poco los ojos [la prostituta tiene sentido, pero ¿el príncipe y el rey? Ejemplo del príncipe: «No me parece justo. ¿Por qué voy a pagar vuestras cosas? Eso no es ayudar, eso es que tenéis mucha cara»].
La prosa: explicativa, explicativa, explicativa. Hay partes de resumen narrativo que nos ahorran tener que tragarnos más peripecias de las estrictamente necesarias y una presencia no desdeñable de received text. Aparte de eso, texto normalito: no ofensivo, pero sí bastante plano la mayor parte del tiempo. Personalmente, empecé a hacer una lectura diagonal moderada hacia la página 70 y para cuando llegué a la 400 ya había empezado a saltarme algunas páginas casi enteras.
Y paso a comentaros cosillas que me he ido apuntando durante la lectura. No hay demasiado de lo que reírse esta vez, principalmente se trata de cosas que no me convencen (atención spoilers):
La facilidad con la que, al principio de la historia, la chica asalta al príncipe, lo amenaza a punta de daga y lo desarma es francamente ridícula: se supone que es un príncipe, al que cabe esperar que llevan entrenando en el combate desde que aprendió a andar. Vale que igual el tipo no sea muy buen luchador, pero ser capaz de desarmar a una chiquilla que no ha empuñado un arma en su vida debería estar dentro de sus habilidades. Sin duda, ayuda a construir la imagen inicial del personaje como un inútil redomado, pero creo que se pasa y además pone en tela de juicio todas sus victorias posteriores.
Me irrita también la obsesión de todo el mundo con la idea del amor romántico. Las autoras quieren presentarnos un mundo que, si bien no queda demasiado esbozado, se entiende que es de corte medieval, por lo que el lector asume que son aplicables las premisas habituales que atribuimos a esa época, aparte de las características propias de los relatos de aventuras fantásticas y héroes. Todo muy bien y muy bonito, hasta que la gente se pone a hablar del amor romántico como si fuese algo que está a la orden del día, que todo el mundo reconoce, busca, admite, desea… ¿No estábamos en un mundillo medieval? Ah, me diréis, es que justo eso querían reinterpretarlo a su manera. Vaya, justo eso. Qué bien. Qué bonito.
Y ¿queréis saber otra cosa que me crispa de la manera en la que la idea del amor romántico está expresada en literatura hoy en día? La obsesión misma con la idea. Porque para más de uno (y más de dos) califica de auténtica obsesión. En esta historia, sin ir más lejos, que es un texto que a ratos parece aspirar a ser un manifiesto sobre feminismo (como ya dije por ahí arriba), resulta que la protagonista, traumatizada por su pasado y con muy baja autoestima, es salvada por el amor de su amado (al que conoce de hace un mes, cabe destacar: en mi casa a eso se le llama enamoramiento, no amor). Que sí: luego se va por ahí a convertirse en mercader y no sé qué y demostrarse a sí misma que puede hacerlo, pero eso no cambia que es su relación con el pimpollo de turno lo que la lleva a dar los primeros pasos de curación de su autoconcepto [a través del sexo, además, para más recochineo (¿feminismo, decíamos? Ja-ja)]. Me gustaría que se dejase de idealizar de esta manera este sentimiento en concreto, que no deja de ser una de las bases (retorcida y deformada) que justifican muchas veces relaciones abusivas, egoístas y malsanas [ah, ah, como el amor es lo más chachi-piruli del mundo mundial pues todo es genial, todo vale, el amor es huevito, da igual lo que hagas si es por amor, ¡el amor nos salvará a todos! (menos a los que se crucen en su camino, dun dun DUUUUUN)]. Por favor: ya basta. La apetencia por el sexo no es característica esencial del ser humano, no nos hace humanos; el amor tampoco.
Más cosas que no me gustan… La protagonista le cuenta al príncipe la trágica historia de cómo terminó en el burdel (en presencia de una botella de ¿vino? y de los lectores), historia que era absolutamente innecesaria en términos narrativos, dado que se entendía perfectamente TODO a partir de los silencios. Pero a las autoras de juvenil les suele gustar dejarlo todo muy clarito, a ser posible por repetido, y si incluye detalles morbosos tanto mejor.
También tenemos muchos detalles que se cargan la autoridad racional de la narración:
Los personajes secuestran lobeznos y los devuelven a su madre tan tranquilamente. La protagonista es uno de estos personajes que buscan encarnar el culmen de la bondad y la empatía, o algo, y va en contra de su código moral matar animales, incluso si son animales que están amenazando al ganado de un pueblo. Porque, ya sabéis, Greenpeace era toda una referencia en la Edad Media.
La prota se pone a darle la murga a un vendedor en el mercado y este no la manda a paseo sin contemplaciones. Las autoras nos quieren vender que el comerciante tiene unas apariencias que mantener delante del resto de clientes, pero esto no tiene ningún sentido: la prota está por debajo del poder adquisitivo necesario para comprar en ese puesto y eso todo el mundo puede verlo, además está haciéndole al vendedor preguntas MUY cantosas con el fin de averiguar el precio que podrían tener en el mercado los productos que ella quiere vender [y no tiene sentido que él no se dé cuenta: es un jodido mercader, se supone que si ha llegado hasta donde ha llegado tiene que saber medir a sus oponentes]. Total, que a la pobre se le da de pena angustia eso de ser sutil, pero aún así el mercader no la manda a paseo, como digo, porque es necesario para la trama que ella pase como excelente vendedora [Zarza: eeeeeeeh...]. Si esto hubiera sido una verdadera situación de mercado, el vendedor la hubiera echado a patadas de su puesto casi incluso antes de que ella tuviese ocasión de abrir la boca, so pretexto de que va a molestar a los clientes pudientes porque es una pobre niña desarrapada.
Luego, además, la niña al final consigue vender sus productos, atrayendo por el camino una cantidad de atención monumental. Tal que todo el mercado se ha enterado de que la niña se ha sacado doscientas monedas de oro y se las lleva tranquilamente en el bolsillo cuando se marcha a paso alegre por la calle. Nadie la atraca. Muy creíble todo. No.
El único momento destacable en el sentido positivo sobre la autoridad de la voz que tengo apuntado es cuando el príncipe abraza a la chica y ella no sabe muy bien cómo reaccionar (cómo abrazarle de vuelta, con cuánta fuerza…) porque hace tantísimo tiempo que nadie la ha abrazado con simple cariño que ya ha olvidado cómo se hace. Está contado de una manera muy explicativa y un tanto cursi, pero la idea no me parece mal: como que ella no sabe cuánto énfasis ponerle al asunto para darle a entender a él que el abrazo es deseado pero sin que sea demasiado efusivo.
En el midpoint de la novela, ella se pilla un rebote y dice que manda a sus compañeros de viaje a paseo y se va por su cuenta, se terminó la alegre compañíadel anillo. Esa misma noche, los dos tórtolos follan por primera vez. Todo arreglado. Seguimos con la aventura.
Y hablando de aventuras: la mitad de los obstáculos que se encuentran en el camino (relacionados con criaturas sobrenaturales o mitológicas) son básicamente el mismo repetido en diferentes variantes: fuegos fatuos que les hacen tener alucinaciones con sus mayores miedos, ghuls que les hacen tener alucinaciones con sus mayores deseos… Esquema simple: alucinación que les nubla el juicio con el objetivo de matarlos. Con una bastaba, en realidad.
También está más adelante el momento en el que el niño mago nos cuenta que la que está enferma no es su hermana (se supone que el objetivo del viaje es buscar una cura para la misteriosa enfermedad de esta niña) sino la princesa de no sé qué reino. La relación que tiene el niño con esta princesa es que la hermana del primero es algo así como la doble de la princesaAmígdala Amidala y, como la princesa del reino aquel está mala y no se puede dejar que nadie lo sepa, pues han puesto a la otra chica a suplirla de cara al público. Y ¿para qué enviar a buscar una cura a alguien capaz, cuando puedes pedírselo a un niño de 14 años al que echaron de la torre de hechicería donde estudiaba porque es un cafre de campeonato y que además carece de sentido de la orientación, así que cuando le mandes al reino X terminará (mágicamente o no) en la otra punta del continente antes de darse cuenta de que tomó el desvío equivocado? Seh, tiene sentido.
El príncipe, por su lado, tampoco es muy avispado[Zarza: de nuevo, utilizas unos eufemismos encantadores]: bien que tiene una reunión con el malo maloso (y él sabe que es el malo maloso) en la que el malo insinúa (MUY cantosamente) que sabe que la prota va de camino (ella sola) de vuelta al encuentro de su amado, es obvio que el malo maloso la va a intentar secuestrar, pero el príncipe no las tiene todas consigo y no se da por enterado. Es toda una sorpresa para el lector cuando la prota es secuestrada y el príncipe sigue sin pisparse de lo sucedido hasta que le llega la nota de rescate.
Tomando todo en consideración, lo cierto es que esta historia me parecería mucho más enfocada a un público infantil que a uno juvenil. Salvando el hecho de que habría que suprimir las escenas de sexo y violaciones explícitas, la complejidad narrativa y de abstracción de la narración me parece mucho más apropiada para un público de unos 10 años.
Chichómetro:not really.
Potabilidad: beberse se puede beber, la pregunta es... ¿sabes más que un niño de primaria?
Carcajadas: 3/10
Otras páginas que tienen publicadas críticas o reseñas de este libro, por si os interesa contrastar: Ciudad de los libros, La espada en la tinta, Perdida en un mundo de libros.
Autoras: Iria G. Parente y Selene M. Pascual
«Érase una vez un reino muy, muy lejano donde un príncipe premió a un mago por ayudar a rescatar a una joven en apuros.
Encantador. Lástima que nada de esto sea verdad.
En realidad, el príncipe sueña con gloria y venganza; el mago, con que sus hechizos no sean siempre un desastre y la joven en apuros, con huir de un pasado que la atormenta... y del recuerdo del hombre al que ha matado.
Érase una vez... »
Espera, espera, espera… El príncipe sueña con ¿venganza? Yo no me he leído ese libro[DAME O.O].
Está bien, no me adelanto. Seguimos con nuestro mes de novedades en el Jardín, y lo cierto es que este libro ha sido bastante mejor que lo que me temía. Sin ninguna duda, nada que ver con lo primero que leí de estas dos muchachas, Pétalos de papel. No puedo menos que felicitarlas.
Hablemos del libro.
La sinopsis no me parece mala idea en absoluto: muestra el principio del que parte el libro y es una buena manera de captar la atención. Creo que al que se le ocurrió se merece una palmadita en la espalda [yo se la doy, si quiere e.e].
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El tema de las imágenes de hoy es... cosas que tengo guardadas en mi ordenador y a las que quiero dar un uso de una vez por todas. |
Se aprecia un evidente esfuerzo de crítica social y tono reivindicativo del texto (derechos de la mujer, crítica del abuso, importancia de la salud emocional de las personas), pero no sé si me atrevería a decir que eso cuenta como núcleo. Quiero decir: la teoría dice que el núcleo es el mensaje que quieres transmitir o sobre el que quieres reflexionar con una determinada historia, y que las escenas, recursos, personajes…, que escojas se escogerán atendiendo a ese objetivo. En este caso tenemos un texto que habla de temas inevitablemente interconectados si bien un tanto diversos y al final el mensaje que se extrae es sencillo: la mujer tiene derecho a tener derechos, el abuso es mu' malo y la salud emocional es muy importante. En fin, en cierto sentido sí es un núcleo (si bien es increíblemente explícito y simple), pero por otro lado… es que casi es más un crítica social a secas que un núcleo como tal. Para que nos entendamos: es la diferencia que existe entre escribir un libro que hable de «lo malo que es el maltrato animal» y otro que quiera hablar de «cómo el maltrato es percibido o no como tal por diferentes individuos y por qué puede ser esto». No se supone que los núcleos tengan que darte la reflexión moral ya hecha, indicarte simple y amablemente cómo pensar y qué cosas son moralmente reprochables (o no); la idea es que te remuevan por dentro y te obliguen a pensar en ello por ti mismo. En este libro no hay reflexión, sólo juicios de valor: esto es bueno, esto es malo. Para colmo, tenemos un final de estos de cuento, «comieron perdices», en el que el bien y el amor terminan por triunfar sobre el mal y todos (los buenos) consiguen lo que querían y son felices como regalices. Y lo cierto es que este tipo de historia tiene aplicación limitada una vez que sales de la Literatura infantil[sobre este punto incidiré al final].
La voz narrativa. Tenemos dos narradores en primera que se van turnando los capítulos para contarnos la historia. Y, la verdad, las voces narrativas están bastante bien construidas (sobre todo la del príncipe y sobre todo al principio): son claramente discernibles, mantienen elementos constantes a lo largo de toda la narración que las hacen identificables, presentan bien a los personajes… Lo que menos me gusta de este punto es que el monólogo interno de ella es un coñazo: la tía no hace más que soltar diatriba tras diatriba (dentro de su cabeza) sobre la injusticia de la desigualdad de la mujer, me resulta muy cargante (¿esto es una historia de ficción o un manifiesto feminista? [coge Crepúsculo, sustituye cada vez que Bella aprovecha para volver a describirnos una vez más la perfecta piel marmórea de Edward por un «las mujeres somos iguales que los hombres», y tendrás una idea aproximada de hasta qué punto estoy agotada de leer lo mismo]).
Como ya digo, los dos personajes principales tienen personalidades definidas y voces discernibles, además están razonablemente bien presentados (sobre todo el príncipe: su presentación es genial) y tienen objetivos conscientes fuertes que ayudan a que avance la trama e incluso alguno inconsciente (aunque estos se terminan explicitando abiertamente más tarde o más temprano y resulta todo un tanto decepcionante), y se mienten a sí mismos compulsivamente (aunque el 99% de esas mentiras son explícitas, pero también hay un 1% residual no explícito que resulta encantador). Ambos protagonistas acusan una evolución decente en el transcurso de la obra (aunque sigue siendo muy típica: el amor que nos hace madurar y ser mejores y querernos más [¡qué potito!]).

En mi opinión, los personajes están bien escogidos para demostrar la premisa de que no importa el origen noble/humilde o lo que otros crean de nosotros o esperen que podemos o no podemos conseguir: nuestro camino lo forjamos nosotros mismos [Zarza: ya, ¿y qué pasa con el efecto Pigmalión? Ortiga: ya te he dicho que esta es una historia muy simple. No le pidas tanto. Zarza: a ver, si... es una idea preciosa, pero es mentira]. Al margen de eso, todos los personajes hablan con un marcado registro coloquial que a mí me hace achinar un poco los ojos [la prostituta tiene sentido, pero ¿el príncipe y el rey? Ejemplo del príncipe: «No me parece justo. ¿Por qué voy a pagar vuestras cosas? Eso no es ayudar, eso es que tenéis mucha cara»].
La prosa: explicativa, explicativa, explicativa. Hay partes de resumen narrativo que nos ahorran tener que tragarnos más peripecias de las estrictamente necesarias y una presencia no desdeñable de received text. Aparte de eso, texto normalito: no ofensivo, pero sí bastante plano la mayor parte del tiempo. Personalmente, empecé a hacer una lectura diagonal moderada hacia la página 70 y para cuando llegué a la 400 ya había empezado a saltarme algunas páginas casi enteras.
Y paso a comentaros cosillas que me he ido apuntando durante la lectura. No hay demasiado de lo que reírse esta vez, principalmente se trata de cosas que no me convencen (atención spoilers):
La facilidad con la que, al principio de la historia, la chica asalta al príncipe, lo amenaza a punta de daga y lo desarma es francamente ridícula: se supone que es un príncipe, al que cabe esperar que llevan entrenando en el combate desde que aprendió a andar. Vale que igual el tipo no sea muy buen luchador, pero ser capaz de desarmar a una chiquilla que no ha empuñado un arma en su vida debería estar dentro de sus habilidades. Sin duda, ayuda a construir la imagen inicial del personaje como un inútil redomado, pero creo que se pasa y además pone en tela de juicio todas sus victorias posteriores.
Me irrita también la obsesión de todo el mundo con la idea del amor romántico. Las autoras quieren presentarnos un mundo que, si bien no queda demasiado esbozado, se entiende que es de corte medieval, por lo que el lector asume que son aplicables las premisas habituales que atribuimos a esa época, aparte de las características propias de los relatos de aventuras fantásticas y héroes. Todo muy bien y muy bonito, hasta que la gente se pone a hablar del amor romántico como si fuese algo que está a la orden del día, que todo el mundo reconoce, busca, admite, desea… ¿No estábamos en un mundillo medieval? Ah, me diréis, es que justo eso querían reinterpretarlo a su manera. Vaya, justo eso. Qué bien. Qué bonito.
Y ¿queréis saber otra cosa que me crispa de la manera en la que la idea del amor romántico está expresada en literatura hoy en día? La obsesión misma con la idea. Porque para más de uno (y más de dos) califica de auténtica obsesión. En esta historia, sin ir más lejos, que es un texto que a ratos parece aspirar a ser un manifiesto sobre feminismo (como ya dije por ahí arriba), resulta que la protagonista, traumatizada por su pasado y con muy baja autoestima, es salvada por el amor de su amado (al que conoce de hace un mes, cabe destacar: en mi casa a eso se le llama enamoramiento, no amor). Que sí: luego se va por ahí a convertirse en mercader y no sé qué y demostrarse a sí misma que puede hacerlo, pero eso no cambia que es su relación con el pimpollo de turno lo que la lleva a dar los primeros pasos de curación de su autoconcepto [a través del sexo, además, para más recochineo (¿feminismo, decíamos? Ja-ja)]. Me gustaría que se dejase de idealizar de esta manera este sentimiento en concreto, que no deja de ser una de las bases (retorcida y deformada) que justifican muchas veces relaciones abusivas, egoístas y malsanas [ah, ah, como el amor es lo más chachi-piruli del mundo mundial pues todo es genial, todo vale, el amor es huevito, da igual lo que hagas si es por amor, ¡el amor nos salvará a todos! (menos a los que se crucen en su camino, dun dun DUUUUUN)]. Por favor: ya basta. La apetencia por el sexo no es característica esencial del ser humano, no nos hace humanos; el amor tampoco.
Más cosas que no me gustan… La protagonista le cuenta al príncipe la trágica historia de cómo terminó en el burdel (en presencia de una botella de ¿vino? y de los lectores), historia que era absolutamente innecesaria en términos narrativos, dado que se entendía perfectamente TODO a partir de los silencios. Pero a las autoras de juvenil les suele gustar dejarlo todo muy clarito, a ser posible por repetido, y si incluye detalles morbosos tanto mejor.
También tenemos muchos detalles que se cargan la autoridad racional de la narración:
Los personajes secuestran lobeznos y los devuelven a su madre tan tranquilamente. La protagonista es uno de estos personajes que buscan encarnar el culmen de la bondad y la empatía, o algo, y va en contra de su código moral matar animales, incluso si son animales que están amenazando al ganado de un pueblo. Porque, ya sabéis, Greenpeace era toda una referencia en la Edad Media.
La prota se pone a darle la murga a un vendedor en el mercado y este no la manda a paseo sin contemplaciones. Las autoras nos quieren vender que el comerciante tiene unas apariencias que mantener delante del resto de clientes, pero esto no tiene ningún sentido: la prota está por debajo del poder adquisitivo necesario para comprar en ese puesto y eso todo el mundo puede verlo, además está haciéndole al vendedor preguntas MUY cantosas con el fin de averiguar el precio que podrían tener en el mercado los productos que ella quiere vender [y no tiene sentido que él no se dé cuenta: es un jodido mercader, se supone que si ha llegado hasta donde ha llegado tiene que saber medir a sus oponentes]. Total, que a la pobre se le da de pena angustia eso de ser sutil, pero aún así el mercader no la manda a paseo, como digo, porque es necesario para la trama que ella pase como excelente vendedora [Zarza: eeeeeeeh...]. Si esto hubiera sido una verdadera situación de mercado, el vendedor la hubiera echado a patadas de su puesto casi incluso antes de que ella tuviese ocasión de abrir la boca, so pretexto de que va a molestar a los clientes pudientes porque es una pobre niña desarrapada.
Luego, además, la niña al final consigue vender sus productos, atrayendo por el camino una cantidad de atención monumental. Tal que todo el mercado se ha enterado de que la niña se ha sacado doscientas monedas de oro y se las lleva tranquilamente en el bolsillo cuando se marcha a paso alegre por la calle. Nadie la atraca. Muy creíble todo. No.
El único momento destacable en el sentido positivo sobre la autoridad de la voz que tengo apuntado es cuando el príncipe abraza a la chica y ella no sabe muy bien cómo reaccionar (cómo abrazarle de vuelta, con cuánta fuerza…) porque hace tantísimo tiempo que nadie la ha abrazado con simple cariño que ya ha olvidado cómo se hace. Está contado de una manera muy explicativa y un tanto cursi, pero la idea no me parece mal: como que ella no sabe cuánto énfasis ponerle al asunto para darle a entender a él que el abrazo es deseado pero sin que sea demasiado efusivo.
En el midpoint de la novela, ella se pilla un rebote y dice que manda a sus compañeros de viaje a paseo y se va por su cuenta, se terminó la alegre compañía
Y hablando de aventuras: la mitad de los obstáculos que se encuentran en el camino (relacionados con criaturas sobrenaturales o mitológicas) son básicamente el mismo repetido en diferentes variantes: fuegos fatuos que les hacen tener alucinaciones con sus mayores miedos, ghuls que les hacen tener alucinaciones con sus mayores deseos… Esquema simple: alucinación que les nubla el juicio con el objetivo de matarlos. Con una bastaba, en realidad.
También está más adelante el momento en el que el niño mago nos cuenta que la que está enferma no es su hermana (se supone que el objetivo del viaje es buscar una cura para la misteriosa enfermedad de esta niña) sino la princesa de no sé qué reino. La relación que tiene el niño con esta princesa es que la hermana del primero es algo así como la doble de la princesa
El príncipe, por su lado, tampoco es muy avispado[Zarza: de nuevo, utilizas unos eufemismos encantadores]: bien que tiene una reunión con el malo maloso (y él sabe que es el malo maloso) en la que el malo insinúa (MUY cantosamente) que sabe que la prota va de camino (ella sola) de vuelta al encuentro de su amado, es obvio que el malo maloso la va a intentar secuestrar, pero el príncipe no las tiene todas consigo y no se da por enterado. Es toda una sorpresa para el lector cuando la prota es secuestrada y el príncipe sigue sin pisparse de lo sucedido hasta que le llega la nota de rescate.
Tomando todo en consideración, lo cierto es que esta historia me parecería mucho más enfocada a un público infantil que a uno juvenil. Salvando el hecho de que habría que suprimir las escenas de sexo y violaciones explícitas, la complejidad narrativa y de abstracción de la narración me parece mucho más apropiada para un público de unos 10 años.
Chichómetro:not really.
Potabilidad: beberse se puede beber, la pregunta es... ¿sabes más que un niño de primaria?
Carcajadas: 3/10
Otras páginas que tienen publicadas críticas o reseñas de este libro, por si os interesa contrastar: Ciudad de los libros, La espada en la tinta, Perdida en un mundo de libros.