
En fin, claramente lo vuestro es peor. Después de todo, sois vosotros los que estáis tratando aquí con malas hierbas, aka arpías cancerígenas, aka otras cosas bonitas que nos han llamado y que ahora no recuerdo. Yo en vuestro caso me lo haría mirar: no tengo claro si tenéis un trastorno adolescente de rebeldía mórbidamente obeso o un espíritu de supervivencia muy flaco.
Esto me hace replantearme seriamente el mensaje que os hemos puesto sobre la caja de comentarios. Nota mental: hablar con las demás malas hierbas del jardín sobre fórmulas más efectivas para lidiar con nuestros lectores.

Podría hablaros de tantas cosas... De aquella vez que hice llorar (¡y suplicar!) a una niña de mi clase a base de hacerle preguntas existenciales durante diez minutos, por ejemplo.
O de que Cardo de niña se dedicaba a diagnosticar a los críos oligofrénicos de su clase y a hablar muy seriamente del tema con su profesora.
Hablando de Cardo, deberíais saber que mentía como si no hubiera mañana cada vez que alguien le preguntaba qué tal había ido su día en el colegio. Así que si habéis estado tomando nota de sus entradas sobre medicina... quizás no deberíais haberlo hecho.
Dun dun duuuun.
Pero creo que hoy voy a hablaros de Ortiga. No sé cómo deciros lo siguiente, porque rima con el nombre de nuestra querida mala hierba y parece el título de un poema infantil, pero qué se le va a hacer. Tirita fuera a la de un, dos, tres...
Ortiga tiene fobia a las hormigas. Y además no funciona muy bien bajo presión.
Una vez, de cría, le estaba trepando uno de estos bichos por el hombro y Ortiga entró en pánico, porque pensaba que se le iba a colar debajo de la manga de la camiseta y no sabía cómo quitársela de encima porque no se atrevía a tocarla.
Así que se la comió.
Y fueron felices como regalices [la hormiga no, porque estaba muerta. Ortiga tampoco, porque tener un bicho que te da miedo en la boca demuestra unas habilidades muy deficientes de resolución de problemas y un odio profundo y soterrado hacia uno mismo. La única persona feliz de esta anécdota soy yo, que me río como una desquiciada cada vez que me la cuentan]. Fin.
Y hasta aquí la entrada de hoy. Personalmente me dan bastante igual las hormigas, pero tengo que admitir que siempre me ha ido más el estilo de vida de las cigarras :D
No os quiere,
Z.
P.S.: Ortiga quiere que os comunique que hay un término nuevo en el glosario que ha surgido a raíz de una película de miedo. No sé si habéis oído hablar de The witch, pero yo llevaba un tiempo queriendo verla y Ortiga se me ha adelantado. Me atraía del trailer lo creepy que era todo: la religión represiva y puritana, la oscuridad del bosque, los juegos infantiles y las oraciones, y el papel que juegan los animales, entre otras cosas. Bueno, pues aparentemente es una gran decepción: se trata de una de esas películas que son tan sutiles como una bomba nuclear. Ortiga os anima a todos a verla por su final apoteósico. Cree además que todos disfrutaréis enormemente las apariciones estelares de cierto conejo en la película (por lo visto siempre va acompañado de música acusadora o.o).