Puedo estar más o menos decepcionada con Frozen y Rompe-Ralph (y más o menos desesperada porque estas son el tipo de películas que mi protegida quiere que vaya a ver al cine con ella), pero es cierto que apuntan en una clara dirección que me gusta, a pesar de todo: la aceptación de personas discriminadas.
He visto muchas teorías locas sobre Elsa y Anna siendo pareja y no quiero hablar del tema. También he visto teorías sobre que los poderes de Elsa son en realidad un símbolo para referirse a la homosexualidad. No estoy de acuerdo, aunque me parece que habría sido interesante. Para empezar, estamos hablando de Disney, y además me parece un salto de fe importante comparar una orientación sexual con superpoderes. Para continuar, la forma en que los demás personajes tratan a Elsa por su magia tiene más que ver con el miedo que con el desprecio, que es, al menos según mi experiencia, como se suele tratar negativamente la homosexualidad. Es cierto que los padres le dicen a Elsa que esconda sus sentimientos, y creo que de ahí vienen principalmente las teorías, pero creo que ese detalle en concreto tiene más que ver con una posible moraleja que con la simbología en sí: la solución no es el miedo, sino el amor.
En Rompe-Ralph la moraleja sobre discriminación era aún más evidente: por un lado, en cuestiones físicas y de capacidad/discapacidad (la niña aquella que tenía un glitch) y por otro, en cuestiones morales. Y en este sentido me parecía particularmente interesante que no solo Ralph se sintiera alienado en el papel de villano, sino también Félix en su papel de héroe, aunque fuera muy brevemente, en una escena cómica en la que intenta romper unos barrotes para escapar de la cárcel y estos se vuelven enormes.
Tanto Frozen como Rompe-Ralph me parecieron películas con buenas intenciones, pero no muy bien llevadas.
Ahora bien, Zootrópolis me ha parecido un soplo de aire fresco. Me da la sensación de que los de Disney están afinando habilidades.
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Esta soy yo al salir del cine |
Señoras y caballeros, habemus núcleo. Soy tan feliz.
Para los que anden un poco perdidos y hayan venido aquí a reírse, voy a tener que decepcionarles: esta es, sencillamente, una de esas ocasiones en las que me dedico a cazar simbologías curiosas en películas infantiles.
Dioses, cómo me gusta reventar expectativas.
Voy a incluir una sinopsis casera para que nos ubiquemos todos. También voy a incluir spoilers, así que si seguís leyendo es bajo vuestra responsabilidad.
Judy es una conejita de pueblo que quiere vivir en la gran ciudad y entrar en el cuerpo de policía. A pesar de la reticencia y preocupación de sus padres, ella está convencida de que en la gran ciudad todo el mundo puede lograr sus sueños. Y no es cierto. Intentando luchar contra la discriminación laboral de la que se siente víctima acaba con un caso que resolver en 48 horas y un testigo muy reticente para ayudarla: un zorro.
En lo que respecta al personaje de la protagonista, es evidente que la película se centra en los prejuicios contra las mujeres, utilizando para ello la dicotomía presas/depredadores. Por ejemplo, son muy pocos las presas de género masculino y los depredadores de género femenino que aparecen en la historia y se habla continuamente de la agresividad y los instintos violentos de unos y de la debilidad de otros. Además, a la protagonista la suelen llamarrubia conejita tonta y la ponen a controlar parquímetros porque no es “una policía de verdad”, momento en que ella misma le espeta a su jefe que no es “una conejita florero”. Para más señas, sus padres le dan un taser y un spray de pimienta contra zorros cuando decide ir a vivir a Zootrópolis.
En esta película también se habla de la discriminación y los prejuicios a más colectivos (se trata el racismo, sobre todo, pero lo bueno de esta tema es que se puede aplicar a muchas cosas. Las posibilidades son infinitas), pero la protagonista pone un foco de atención sobre los problemas de género, sobre todo cuando el zorro entra en escena y la trama avanza. Si tuviera que ponerlo en palabras, creo que el núcleo sería algo en la línea de “todos tenemos limitaciones y metemos la pata: nos necesitamos los unos a los otros, y si alguien te juzga, perdónalo, y si tú juzgas a alguien pide perdón y sigue intentándolo. La solución es el amor, no el miedo”.
Además, los creadores relacionan este núcleo con las expectativas y la capacidad, con el miedo y la confianza (siguiendo un poco la batuta de Frozen en ese sentido, pero de una forma menos idealizada).
A lo largo de la historia hay varios comportamientos de los personajes que amenazan con alienar a la protagonista. Dejando de lado el primero y más obvio, la agresión física de un bravucón de colegio (un zorro sin muchas luces), yo destacaría la preocupación casi insultante de los padres de la conejita. ¿Está justificada? Narrativamente, sí: familia tradicional rural sin mucho contacto con el mundo exterior+hija que se va de casa y elige una carrera con cierto riesgo. Es descorazonador ver que la protagonista está luchando con prejuicios tan fuertemente enraizados en su propio núcleo familiar. Sus padres no apoyan su decisión y se alegran cuando se dan cuenta de que a su hija la han puesto a controlar parquímetros (y de que, por tanto, no es “una policía de verdad”), a pesar de que es algo que a ella le hace sentir muy frustrada. Este ejemplo en concreto me parece interesante porque es una muestra de los prejuicios desde un lado más amable, pero igualmente dañino.
Y luego llegamos a la discriminación laboral. Como comentaba antes, ponen a la protagonista con los parquímetros a pesar de haber sido la primera de su promoción en la academia de policía, y en principio me parece comprensible, dado que es la nueva recluta y no conoce la ciudad. No obstante, todo el asunto es llevado de una forma bastante desagradable por parte del jefe, que en determinado momento llega a decirle a la conejita que no es una cuestión de querer cumplir sus sueños, sino de si es capaz. Un argumento lógico, de no ser porque en su contexto está siendo usado a modo de falacia y excusa para no considerar una petición razonable.
También tengo que hablar aquí de la asistente del alcalde, una oveja diminuta a la que el alcalde mangonea. La pobre lo tiene todo: su despacho está en el armario de la caldera, el cretino de su jefe le pone un apodo ofensivo, el detalle de la taza… Criatura. Una villana subestimada (a la que me siento muy realizada por haber visto venir a la legua) con instintos vengadores. En realidad es un personaje que me gusta mucho, excepto en la parte del final, donde pierde absolutamente la cabeza.
Sobre el tema de la capacidad, me gustaría mencionar el primer encuentro entre el zorro y la protagonista. El zorro va acompañado de un fénec disfrazado de elefante que se hace pasar por su hijo (en realidad es su compinche y manejan estafas y asuntos turbios). La protagonista se siente mal por haber sospechado de las intenciones del zorro sin conocerlo, así que les defiende. Antes de despedirse, le dice al fénec que si de mayor quiere ser un elefante, será un elefante. Cosa de la que más adelante el zorro se burla, por supuesto. Es curioso, si bien muy típico, ver el contraste entre la personalidad profundamente idealista de ella y el cinismo con los pies en la tierra de él, en concreto en la escena en la que él le suelta un discurso sobre la realidad y los prejuicios en la ciudad (y cómo el trabajo de ella no es ni de broma lo que había esperado) y en la escena de los perezosos (¿Qué pasa, que porque sean perezosos no pueden ser rápidos?). Lo que más me gusta de este contraste es que agarra por los cuernos un problema importante a la hora de tratar por los prejuicios y presenta dos posturas sin darle la razón a ninguna: ¿es mejor idealizar la situación a tu alrededor y vivir en los mundos de Yupi o aceptar las cosas como son y conformarte con ese derrotismo? (¿Somos siquiera capaces de cambiar? ¿De ser algo distinto a lo que ya somos?). Más adelante, según se desarrolla la historia, esta dicotomía adquiere cierto carácter más oscuro: ¿creer en los demás y arriesgarte a que te hieran o desconfiar y mantenerte a salvo?
Los dos protagonistas están construidos para ser prácticamente opuestos, y otro de los contrastes que me resultan interesantes entre ambos es su reacción ante los demás cuando son ellos las víctimas de los prejuicios: la conejita no se rinde jamás a la hora de probar que vale, mientras que el zorro se adapta de manera consciente a lo que los demás esperan de él y lo utiliza en su beneficio. En relación a esto, por si os interesa, os diré que en recursos humanos se estudian las teorías X e Y, en las que las expectativas del director de una empresa sobre sus trabajadores afectan a la actitud de sus empleados en el trabajo. No es algo consciente, simplemente si tu jefe te está continuamente presionando porque te considera perezoso e irresponsable, acabas actuando en base a esa imagen que tiene de ti. Personalmente, estos temas me resultan fascinantes. Efecto Pigmalión al poder.
Curiosamente, y a pesar de pertenecer a la postura opuesta, la protagonista también sabe utilizar la debilidad que los demás esperan de ella en su beneficio. En primer lugar, en la escena en la que se deja agredir por el bravucón de colegio con tal de que esté distraído para poder quitarle las entradas. En segundo lugar, cuando finge estar débil y asustada en la escena del museo para que la oveja confiese su plan y puedan grabarlo en audio.
Una cosa que me gusta particularmente de esta película es que en ella se rompen muchos clichés. Es cierto que muchas veces detrás hay una intención cómica, pero teniendo en cuenta el núcleo me parece que se trata de un recurso importante. Así acaban pasando por la pantalla una elefanta sin mucha memoria, un guepardo obeso, un zorro no muy avispado (aquel bravucón de la infancia de la protagonista), un mafioso diminuto, un estricto jefe de policía que resulta fan de Shakira Gazelle, un zorrito diminuto con muy mala uva, unos osos matones haciéndose selfies, una oveja malvada, un perezoso que va a 180 por carretera… y los propios protagonistas: una conejita que no es boba ni físicamente indefensa y un zorro que se gana la vida de forma deshonesta, pero que tiene el sueño frustrado de ser un boy scout.
Otro asunto que me gusta, esta vez relacionado con los problemas de género, es la forma de tratar la presión y los prejuicios sobre el rol masculino. Aunque se trata de forma mucho más breve y anecdótica, uno de las grandes motivaciones del zorro a la hora de tomar decisiones importantes en la historia viene de un trauma de infancia que le cuenta a la protagonista. Es un recuerdo en el que el zorro de crío sale huyendo, llorando, cuando los otros boy scouts le acusan de ser mentiroso y violento y le colocan un bozal. Uno de los críos grita “Vete llorando con tu mamá”, o algún sucedáneo, y el zorro adulto le dice a la protagonista que fue entonces cuando aprendió que no podía dejar que los demás se dieran cuenta de que le habían herido.
Estoy tan harta de toda esa parafernalia de que los hombres que lloran no son hombres. Hombres del mundo, dejad de enzarzaros en disputas absurdas con pitones soviéticas. No merece la pena.
Estoy muy satisfecha con esta película porque además el zorro no es precisamente valiente y se escuda tras la protagonista cuando tienen que entrar en algún lugar desconocido, dejando que ella asuma el papel de protectora.
En cualquier caso, aparte de la separación presas/depredadores, también se juega mucho con el tamaño y la indefensión de los que son más pequeños. En ese sentido me ha gustado bastante cómo resuelven los protagonistas los obstáculos a los que se enfrentan: con ingenio (¡Se llama chanchullo, querido!).
Y también, admito, me ha encantado el hecho de que al final usen la misma silla para sentarse. Muero de adorabilidad.
Sobre este tema, quiero mencionar el comentario burlón del zorro cuando descubren que una nutria ha atacado a una pantera, y el hecho de que en la persecución final se vuelven las tornas. A pesar de ser un depredador, el zorro poco puede hacer contra los carneros chungos a lo Breaking Bad que intentan echarles el guante.
Volviendo al tema de los prejuicios, me parece un acierto que se traten las dos caras de la moneda con la protagonista: a pesar de que la conejita se ha sentido discriminada, ella misma hace un comentario discriminatorio en una ronda de prensa y se ve obligada a enfrentar las consecuencias de sus actos cuando echan al guepardo gordo del puesto de recepcionista y lo mandan al cuarto de la caldera (teniendo en cuenta donde está el despacho de la villana no sé si esto es del todo una casualidad xD). No obstante, creo que al menos en lo que se refiere a problemas de género con esta película acaban tirando piedras contra su propio tejado en dos momentos muy concretos: cuando el zorro defiende a Judy delante de su jefe (la necesidad de que un hombre, en este caso un depredador, te valide) y cuando Judy le dice al zorro que lo necesita. Esto último lo aclaran al final en un discurso que da la protagonista para la graduación del zorro en la academia de policía y que está ahí un poco por atar cabos sueltos (justificación salvada por los pelos donde las haya): el mundo no es perfecto y todos necesitamos a alguien en determinado momento. Por cierto, tampoco me gusta que en la persecución del museo sea la conejita la que resulta herida, aunque entiendo que está medio justificado por la trama: el zorro saca su pañuelo y se les ocurre la trampa de los arándanos. Además, se refuerza la indefensión de ella para romper la idea (¡mediante un coro con el principio de la película!) de que los tiempos han cambiado.
El hecho de que se rompan estereotipos hace que esté bastante satisfecha con los personajes, pero me gustaría hablar de sus objetivos. La protagonista tiene uno muy claro, consciente: ser policía y mejorar el mundo, desafiando la opinión de los demás (y, para ello, quiere resolver un caso en 48 horas). Me gusta que en algunas escenas dude y sea prejuiciosa, porque quiere decir que a pesar de todo tiene miedo, y un objetivo inconsciente podría ser en el fondo el deseo de seguridad (cuando sospecha del zorro, cuando coge el spray de pimienta antes de ir el primer día al trabajo), que en cierto sentido entra en contradicción con su deseo de que no la juzguen por estereotipos. Quitando esto, la veo un poco floja en cuanto a objetivos inconscientes. Hay cambio en el personaje, y al final parece que aprende a ser más realista y autocrítica (y aceptar que a veces ella también tiene prejuicios, y límites, como todos, y que sus acciones tienen consecuencias).
El zorro, en cambio, tiene mejores objetivos. Al principio quiere, como objetivo consciente, que la policía deje de necesitar su ayuda para que lo dejen en paz (¿alguien más está pensando en Enredados y en la escena de la taberna?), pero gracias al flashback de su infancia sabemos que una parte importante de él a nivel subconsciente quiere ayudar y hacer el bien. Cuando finalmente se compromete con la causa y empieza a ayudar a la conejita, a pesar de todo hay una parte que quiere abandonar por sus traumas de infancia, y porque cree que no será capaz/será rechazado/etc. Es un personaje más redondo en el que también hay cambio, ya que aprende a confiar y a esforzarse por lo que quiere ser, en vez de tirar la toalla directamente (y a aceptar que el hecho de que a veces se comporte como la gente espera no quiere decir que él sea todo lo que la gente cree de él).
Básicamente ambos protagonistas aprenden a superar sus traumas de infancia.
En cuanto a la villana, como decía antes, me gusta mucho excepto en la parte del final, en la que desquician exageradamente al personaje. Tiene como objetivo principal y consciente llevar a cabo su plan para subyugar a los depredadores por lo subestimada y ninguneada que se ha sentido, y por ello no quiere que la conejita le eche por tierra dicho plan. No obstante, por identificación, supongo, creo que se proyecta en Judy y se alegra cuando esta hace avances en la investigación. Es cierto que la utiliza para sus planes, pero creo que una parte de ella quiere ver a las presas alcanzar logros, sobre todo cuando han sido previamente discriminadas. Como curiosidad diré que por lo visto al principio el protagonista iba a ser el zorro y el mundo de Zootrópolis iba a ser bastante más oscuro: una ciudad en la que los depredadores son considerados una amenaza y llevan un collarín que les da descargas si sienten rabia o muestran comportamientos agresivos. Creo que, en la historia que finalmente se ha contado, este escenario podría haber sido el futuro de Zootrópolis si el plan de la oveja hubiera tenido éxito.
En cuanto a los diálogos, diría que flaquean al principio y al final, en las partes en las que ella narra, ya que son claramente explicativos (el primero, para que el público se ubique; el segundo, para que los niños pillen el mensaje y no queden cabos sueltos). No obstante, se salva bastante por el hecho de que ambas narraciones tienen una justificación: obra de teatro infantil y discurso de graduación. Aceptamos pulpo.
El resto se las apañan para decir muchas cosas de los personajes y sus intenciones sin ser demasiado obvios, además de plantear ciertas cuestiones interesantes. Me quedo con el comentario del jefe de policía en respuesta a la conejita (He dividido a la sociedad//La sociedad siempre ha estado dividida, por eso estamos nosotros) y el comentario del zorro cuando la conejita intenta excusar sus prejuicios (Tú no eres como ellos//¡Así que ahora hay un ellos!).
También quería hablar de la voz narrativa. Para empezar, mi suspensión de la incredulidad en una película infantil es alta, pero el hecho de que tomen algunos elementos de series policíacas (tipo cámaras de tráfico como fuente de pistas y causas probables como justificación para el allanamiento de morada) me hace quedarme más tranquila.
Hace ya tiempo que vi esta película en cines, así que hay muchas cosas que no recuerdo, pero hubo varios puntos que me dejaron muy desconcertada.
Uno de ellos es que no sé qué diantres hace el zorro viviendo bajo un puente cuando la protagonista va a buscarle para disculparse. Ganando doscientos dólares al día ya podía tener una mansión, porque no creo que haya podido gastárselo todo en gafas de sol. Quitando esto, quiero que nos paremos todos un momento a admirar su gran espíritu emprendedor.
Otro punto que me tiene descolocada es cómo repámpanos funciona la economía en Zootrópolis. El polo gigante que le venden al zorro vale quince dólares, cosa que tiene sentido porque es más cantidad de comida. Pero en ese caso a los animales más grandes tendrán que pagarles sueldos más altos (o tendrían que buscarse varios trabajos, supongo). No puedo dejar de preguntarme cómo funcionaría esto en la práctica. En un sistema capitalista las empresas estarían interesadas en contratar animales pequeños que realicen el mismo trabajo por menos dinero, por lo que debe de ser más difícil para los animales de mayor tamaño encontrar empleo. ¿Habrá discriminación laboral en este sentido? ¿Es ese el motivo de que veamos en la película tantos hámsters corporativos?
Otro punto que no me tiene descolocada, pero sí me gusta bastante es el hecho de que no aparecen ni gatos ni perros entre los habitantes de Zootrópolis. En el tráiler se mencionaba que en este mundo los seres humanos nunca habían existido, por lo que tiene sentido que no estén presentes estos animales, ya que nunca fueron domesticados.
Por cierto, también me gusta la crítica a la burocracia y a la gente que pone a parir a los de los parquímetros. Y también la crítica a los políticos (Sólo quería el voto de las ovejas//Sólo quería conservar su puesto) y el hecho de que el alcalde también acabe en prisión.
Tengo que comentar que Ortiga está extremedamente feliz con esta película porque el zorro y la conejita quedan como amigos, pero yo me dejé puestas las shipping goggles y creo que sería muy interesante una secuela que trate subrepticiamente sobre relaciones interraciales, minorías sexuales y niños adoptados. Soñar es gratis.
Dejando de lado el hecho de que narrativamente me parezca una película muy refrescante (y que estoy muy feliz que hablen de estas cosas a los críos), a nivel personal me ha gustado bastante. Me parece muy buenrollista sin dejar de tratar un tema difícil y una sociedad algo fastidiada detrás de su fachada idílica. Y aparece un zorro.
En fin, hasta otra, malvadas criaturas.
No os quiere,
Z.
Para los que anden un poco perdidos y hayan venido aquí a reírse, voy a tener que decepcionarles: esta es, sencillamente, una de esas ocasiones en las que me dedico a cazar simbologías curiosas en películas infantiles.
Dioses, cómo me gusta reventar expectativas.
Voy a incluir una sinopsis casera para que nos ubiquemos todos. También voy a incluir spoilers, así que si seguís leyendo es bajo vuestra responsabilidad.
Judy es una conejita de pueblo que quiere vivir en la gran ciudad y entrar en el cuerpo de policía. A pesar de la reticencia y preocupación de sus padres, ella está convencida de que en la gran ciudad todo el mundo puede lograr sus sueños. Y no es cierto. Intentando luchar contra la discriminación laboral de la que se siente víctima acaba con un caso que resolver en 48 horas y un testigo muy reticente para ayudarla: un zorro.
En lo que respecta al personaje de la protagonista, es evidente que la película se centra en los prejuicios contra las mujeres, utilizando para ello la dicotomía presas/depredadores. Por ejemplo, son muy pocos las presas de género masculino y los depredadores de género femenino que aparecen en la historia y se habla continuamente de la agresividad y los instintos violentos de unos y de la debilidad de otros. Además, a la protagonista la suelen llamar
En esta película también se habla de la discriminación y los prejuicios a más colectivos (se trata el racismo, sobre todo, pero lo bueno de esta tema es que se puede aplicar a muchas cosas. Las posibilidades son infinitas), pero la protagonista pone un foco de atención sobre los problemas de género, sobre todo cuando el zorro entra en escena y la trama avanza. Si tuviera que ponerlo en palabras, creo que el núcleo sería algo en la línea de “todos tenemos limitaciones y metemos la pata: nos necesitamos los unos a los otros, y si alguien te juzga, perdónalo, y si tú juzgas a alguien pide perdón y sigue intentándolo. La solución es el amor, no el miedo”.
Además, los creadores relacionan este núcleo con las expectativas y la capacidad, con el miedo y la confianza (siguiendo un poco la batuta de Frozen en ese sentido, pero de una forma menos idealizada).
A lo largo de la historia hay varios comportamientos de los personajes que amenazan con alienar a la protagonista. Dejando de lado el primero y más obvio, la agresión física de un bravucón de colegio (un zorro sin muchas luces), yo destacaría la preocupación casi insultante de los padres de la conejita. ¿Está justificada? Narrativamente, sí: familia tradicional rural sin mucho contacto con el mundo exterior+hija que se va de casa y elige una carrera con cierto riesgo. Es descorazonador ver que la protagonista está luchando con prejuicios tan fuertemente enraizados en su propio núcleo familiar. Sus padres no apoyan su decisión y se alegran cuando se dan cuenta de que a su hija la han puesto a controlar parquímetros (y de que, por tanto, no es “una policía de verdad”), a pesar de que es algo que a ella le hace sentir muy frustrada. Este ejemplo en concreto me parece interesante porque es una muestra de los prejuicios desde un lado más amable, pero igualmente dañino.
Y luego llegamos a la discriminación laboral. Como comentaba antes, ponen a la protagonista con los parquímetros a pesar de haber sido la primera de su promoción en la academia de policía, y en principio me parece comprensible, dado que es la nueva recluta y no conoce la ciudad. No obstante, todo el asunto es llevado de una forma bastante desagradable por parte del jefe, que en determinado momento llega a decirle a la conejita que no es una cuestión de querer cumplir sus sueños, sino de si es capaz. Un argumento lógico, de no ser porque en su contexto está siendo usado a modo de falacia y excusa para no considerar una petición razonable.

Sobre el tema de la capacidad, me gustaría mencionar el primer encuentro entre el zorro y la protagonista. El zorro va acompañado de un fénec disfrazado de elefante que se hace pasar por su hijo (en realidad es su compinche y manejan estafas y asuntos turbios). La protagonista se siente mal por haber sospechado de las intenciones del zorro sin conocerlo, así que les defiende. Antes de despedirse, le dice al fénec que si de mayor quiere ser un elefante, será un elefante. Cosa de la que más adelante el zorro se burla, por supuesto. Es curioso, si bien muy típico, ver el contraste entre la personalidad profundamente idealista de ella y el cinismo con los pies en la tierra de él, en concreto en la escena en la que él le suelta un discurso sobre la realidad y los prejuicios en la ciudad (y cómo el trabajo de ella no es ni de broma lo que había esperado) y en la escena de los perezosos (¿Qué pasa, que porque sean perezosos no pueden ser rápidos?). Lo que más me gusta de este contraste es que agarra por los cuernos un problema importante a la hora de tratar por los prejuicios y presenta dos posturas sin darle la razón a ninguna: ¿es mejor idealizar la situación a tu alrededor y vivir en los mundos de Yupi o aceptar las cosas como son y conformarte con ese derrotismo? (¿Somos siquiera capaces de cambiar? ¿De ser algo distinto a lo que ya somos?). Más adelante, según se desarrolla la historia, esta dicotomía adquiere cierto carácter más oscuro: ¿creer en los demás y arriesgarte a que te hieran o desconfiar y mantenerte a salvo?

Curiosamente, y a pesar de pertenecer a la postura opuesta, la protagonista también sabe utilizar la debilidad que los demás esperan de ella en su beneficio. En primer lugar, en la escena en la que se deja agredir por el bravucón de colegio con tal de que esté distraído para poder quitarle las entradas. En segundo lugar, cuando finge estar débil y asustada en la escena del museo para que la oveja confiese su plan y puedan grabarlo en audio.

Otro asunto que me gusta, esta vez relacionado con los problemas de género, es la forma de tratar la presión y los prejuicios sobre el rol masculino. Aunque se trata de forma mucho más breve y anecdótica, uno de las grandes motivaciones del zorro a la hora de tomar decisiones importantes en la historia viene de un trauma de infancia que le cuenta a la protagonista. Es un recuerdo en el que el zorro de crío sale huyendo, llorando, cuando los otros boy scouts le acusan de ser mentiroso y violento y le colocan un bozal. Uno de los críos grita “Vete llorando con tu mamá”, o algún sucedáneo, y el zorro adulto le dice a la protagonista que fue entonces cuando aprendió que no podía dejar que los demás se dieran cuenta de que le habían herido.
Estoy tan harta de toda esa parafernalia de que los hombres que lloran no son hombres. Hombres del mundo, dejad de enzarzaros en disputas absurdas con pitones soviéticas. No merece la pena.
Estoy muy satisfecha con esta película porque además el zorro no es precisamente valiente y se escuda tras la protagonista cuando tienen que entrar en algún lugar desconocido, dejando que ella asuma el papel de protectora.
En cualquier caso, aparte de la separación presas/depredadores, también se juega mucho con el tamaño y la indefensión de los que son más pequeños. En ese sentido me ha gustado bastante cómo resuelven los protagonistas los obstáculos a los que se enfrentan: con ingenio (¡Se llama chanchullo, querido!).
Y también, admito, me ha encantado el hecho de que al final usen la misma silla para sentarse. Muero de adorabilidad.

Volviendo al tema de los prejuicios, me parece un acierto que se traten las dos caras de la moneda con la protagonista: a pesar de que la conejita se ha sentido discriminada, ella misma hace un comentario discriminatorio en una ronda de prensa y se ve obligada a enfrentar las consecuencias de sus actos cuando echan al guepardo gordo del puesto de recepcionista y lo mandan al cuarto de la caldera (teniendo en cuenta donde está el despacho de la villana no sé si esto es del todo una casualidad xD). No obstante, creo que al menos en lo que se refiere a problemas de género con esta película acaban tirando piedras contra su propio tejado en dos momentos muy concretos: cuando el zorro defiende a Judy delante de su jefe (la necesidad de que un hombre, en este caso un depredador, te valide) y cuando Judy le dice al zorro que lo necesita. Esto último lo aclaran al final en un discurso que da la protagonista para la graduación del zorro en la academia de policía y que está ahí un poco por atar cabos sueltos (justificación salvada por los pelos donde las haya): el mundo no es perfecto y todos necesitamos a alguien en determinado momento. Por cierto, tampoco me gusta que en la persecución del museo sea la conejita la que resulta herida, aunque entiendo que está medio justificado por la trama: el zorro saca su pañuelo y se les ocurre la trampa de los arándanos. Además, se refuerza la indefensión de ella para romper la idea (¡mediante un coro con el principio de la película!) de que los tiempos han cambiado.

El zorro, en cambio, tiene mejores objetivos. Al principio quiere, como objetivo consciente, que la policía deje de necesitar su ayuda para que lo dejen en paz (¿alguien más está pensando en Enredados y en la escena de la taberna?), pero gracias al flashback de su infancia sabemos que una parte importante de él a nivel subconsciente quiere ayudar y hacer el bien. Cuando finalmente se compromete con la causa y empieza a ayudar a la conejita, a pesar de todo hay una parte que quiere abandonar por sus traumas de infancia, y porque cree que no será capaz/será rechazado/etc. Es un personaje más redondo en el que también hay cambio, ya que aprende a confiar y a esforzarse por lo que quiere ser, en vez de tirar la toalla directamente (y a aceptar que el hecho de que a veces se comporte como la gente espera no quiere decir que él sea todo lo que la gente cree de él).
Básicamente ambos protagonistas aprenden a superar sus traumas de infancia.
En cuanto a la villana, como decía antes, me gusta mucho excepto en la parte del final, en la que desquician exageradamente al personaje. Tiene como objetivo principal y consciente llevar a cabo su plan para subyugar a los depredadores por lo subestimada y ninguneada que se ha sentido, y por ello no quiere que la conejita le eche por tierra dicho plan. No obstante, por identificación, supongo, creo que se proyecta en Judy y se alegra cuando esta hace avances en la investigación. Es cierto que la utiliza para sus planes, pero creo que una parte de ella quiere ver a las presas alcanzar logros, sobre todo cuando han sido previamente discriminadas. Como curiosidad diré que por lo visto al principio el protagonista iba a ser el zorro y el mundo de Zootrópolis iba a ser bastante más oscuro: una ciudad en la que los depredadores son considerados una amenaza y llevan un collarín que les da descargas si sienten rabia o muestran comportamientos agresivos. Creo que, en la historia que finalmente se ha contado, este escenario podría haber sido el futuro de Zootrópolis si el plan de la oveja hubiera tenido éxito.
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En esta escena el zorro conseguía quitarse por fin el collarín. |
El resto se las apañan para decir muchas cosas de los personajes y sus intenciones sin ser demasiado obvios, además de plantear ciertas cuestiones interesantes. Me quedo con el comentario del jefe de policía en respuesta a la conejita (He dividido a la sociedad//La sociedad siempre ha estado dividida, por eso estamos nosotros) y el comentario del zorro cuando la conejita intenta excusar sus prejuicios (Tú no eres como ellos//¡Así que ahora hay un ellos!).
También quería hablar de la voz narrativa. Para empezar, mi suspensión de la incredulidad en una película infantil es alta, pero el hecho de que tomen algunos elementos de series policíacas (tipo cámaras de tráfico como fuente de pistas y causas probables como justificación para el allanamiento de morada) me hace quedarme más tranquila.
Hace ya tiempo que vi esta película en cines, así que hay muchas cosas que no recuerdo, pero hubo varios puntos que me dejaron muy desconcertada.
Uno de ellos es que no sé qué diantres hace el zorro viviendo bajo un puente cuando la protagonista va a buscarle para disculparse. Ganando doscientos dólares al día ya podía tener una mansión, porque no creo que haya podido gastárselo todo en gafas de sol. Quitando esto, quiero que nos paremos todos un momento a admirar su gran espíritu emprendedor.

Otro punto que no me tiene descolocada, pero sí me gusta bastante es el hecho de que no aparecen ni gatos ni perros entre los habitantes de Zootrópolis. En el tráiler se mencionaba que en este mundo los seres humanos nunca habían existido, por lo que tiene sentido que no estén presentes estos animales, ya que nunca fueron domesticados.
Por cierto, también me gusta la crítica a la burocracia y a la gente que pone a parir a los de los parquímetros. Y también la crítica a los políticos (Sólo quería el voto de las ovejas//Sólo quería conservar su puesto) y el hecho de que el alcalde también acabe en prisión.
Tengo que comentar que Ortiga está extremedamente feliz con esta película porque el zorro y la conejita quedan como amigos, pero yo me dejé puestas las shipping goggles y creo que sería muy interesante una secuela que trate subrepticiamente sobre relaciones interraciales, minorías sexuales y niños adoptados. Soñar es gratis.

En fin, hasta otra, malvadas criaturas.
No os quiere,
Z.